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Este es Campeche, señores

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Franja Sur 
Este es Campeche, señores

René Alberto López

Cuando el colega Erwin Macario propuso que llegando a Ciudad del Carmen comiéramos en un restaurante llamado “El Pavo”, de inmediato protesté y dije que en esa isla lo bueno era degustar mariscos. 
Pero el compañero explicó que en realidad el sitio que sugirió era especialista en productos del mar. Un poco extrañado recordé entonces que al campechano le cargan la broma aquella de que todo lo hace al revés y, al parecer, éste caso era un ejemplo.

Sin embargo, no era exactamente así. Aunque el restaurante al que llegamos en efecto tenía una amplia variedad de platillos a base de camarón, pescado, pulpo, caracol, jaiba y cero aves, a pesar de su nombre, el creador del paradójico sitio no era de origen campechano.
Su fundador, ya fallecido, llegó hace muchos años al Carmen proveniente de Chiapas, y, ahí logró su patrimonio con la venta de camarón. Lo apodaban El Pavo, y por eso el nombre del negocio.

Bien, el pasado fin de semana cuatro integrantes del Pentágono, grupo de periodistas tabasqueño, partió de Villahermosa a tierras campechanas, un verdadero oasis en el México violento de hoy.

Nuestro destino fue su capital, la ciudad de las murallas, mi segunda tierra, pues ahí radique 10 años de mi vida, donde me formé periodísticamente y, quedé prendido del sabor a Campeche.

Tres días bastaron para que mis compañeros de andanzas Jesús Torres, Eugenio Hernández Sasso y Erwin Macario no pararan de hablar de muchos rasgos que hacen brillar a ese lugar en el sureste.

La verdad, la verdad, si usted y su familia, desean darse un baño de paz, gozar del aire con sabor a tierra tranquila y complacerse con el trato cordial de su gente, visite ese rincón del país.

No en vano actualmente figura en la estadística del Sistema Nacional de Seguridad como la zona con menor incidencia delictiva, esto es, se ubica como el estado más seguro de México.

Apenas se arriba a su capital la diferencia con el ambiente de otros estados se percibe de inmediato. Por sus calles caminan plácidamente muchos extranjeros, particularmente estadunidenses y franceses.

El turismo se desplaza tomando fotografías y videos de toda la belleza de ese rincón colonial, de su centro histórico con sus murallas y casas del siglo XIX.

Regularmente se observan rondines discretos de policías en patrullas o en motocicletas. La ciudad cuenta con cámaras de vigilancia por todos los puntos.

Las calles iluminadas con luces blancas, en el centro de la ciudad y en sus colonias.

Escudriñamos con todo rigor y no vimos una sola luminaria fundida o rota.

Por las noches, en el corazón de la ciudad, los visitantes pueden apreciar el espectáculo de luces. Una maravilla para las pupilas.

La calle 59 ofrece un nuevo concepto a los visitantes.

Es una avenida cerrada al paso de vehículos. Una de sus áreas está habilitada como corredor de restaurantes y antros con mesas a la mitad de la calle.

Los viernes y sábado por la noche es cuando con mayor ímpetu se desborda ahí alegría y colorido.

Como se dice coloquialmente, “se hace agua la boca”, al cruzar el lugar y ver los manjares de la cocina campechana en las mesas de los comensales.

En esa avenida se encuentran los comercios de artesanías y venta de guayaberas, lo mismo que vestidos de la región, así como una tienda con alegoría de piratas, emblema de esta tierra.

Pero, sorpréndase, por fortuna en esa ciudad todavía se acostumbra que los lugareños, cómodamente ensillados, con las puertas abiertas de par en par, platican con toda tranquilidad en la banqueta de sus casas. Una tradición perdida en otros estados del sureste a causa de la delincuencia.

Ver a familias a la media noche en el malecón, refrescándose con la brisa del mar, es testimonio vivo de la seguridad que permea en esta demarcación.

La educación vial es otro aspecto que atrae la atención de quienes, por ejemplo, radicamos en Tabasco, donde adolecemos de cultura vial, pues, estamos cundidos de cafres del volante y son pocos los que respetan los señalamientos de tránsito.

“¿Se fijaron, cómo se pararon de golpe los automovilistas para darnos el paso? Aquí sí, el peatón es primero, en Villahermosa hasta te mientan la madre si no pasas rápido”, exclamó Sasso, realmente atónito por la civilización de los conductores en Campeche.

Pero todo ello no es producto de la casualidad. Permítame el lector la siguiente comparación: En el futbol cuando un equipo estrena director técnico y el equipo comienza a jugar mejor, se dice: “ya se nota la mano del entrenador”.

En Campeche, hoy ya se nota la mano del gobernador Alejandro Moreno Cárdenas, quien tomó el mando el pasado mes de septiembre, para encabezar a un pueblo de trabajo. Así, los campechanos ya saben a qué juegan.

Por si fuera poco, lo dice la gente, tiene a un magistral coequipero en el secretario de Gobierno, Carlos Miguel Aysa González, “todo entrega y experiencia”.

Mientras conduce su camioneta sin blindaje y con los cristales abajo, el gobernador explica a los reporteros tabasqueños parte de su trabajo en la ciudad.

Nos presume y nos demuestra, señalando con el índice, las calles limpias, así como el cuidado extremo de los lienzos de murallas.

En el entronque de las avenidas Resurgimiento y López Mateos acabó de tajó con un añejo problema, coco de automovilistas y destructor de suspensiones de vehículos, al rehabilitar los rieles de la vía del tren que eran una calamidad para los campechanos.

En siete meses de gobierno ha dotado de unas 400 patrullas a la policía de Campeche, ha instalado en la capital 400 cámaras de vigilancia de un total de 800 y se ufana: “no hay una calle sin iluminar en la ciudad y sus colonias”.

Ni el palacio de gobierno se salvó de la llegada del popular Alito, pues lo remodeló de pies a cabeza. Hasta el óxido quitó al elevador que lo lleva a su despacho, descuido de anteriores gobernadores. Y, apenas es el comienzo.

 

Bien, el recio activismo del joven gobernador se refleja en la letra de una de las canciones emblemáticas de ese estado: “Este es Campeche, señores, la tierra del pregonero, se levanta con el sol, y se oye con los luceros”.