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El beso del diablo

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TRANSPARENCIA
POLÍTICA
Erwin Macario

El beso del diablo

Eran una excepción —como
lo eran algunos columnistas
en otros espacios— en una
atmósfera de sometimiento
y miedo a las decisiones del
poder.

El título, y la frase utilizados como epígrafe de esta entrega, son de José Luis Martínez S. Los usó en Milenio, en su columna “El Santo Oficio”, el 26 de agosto de 2018, a la muerte de Huberto Batis, editor de revistas y suplementos culturales como “Sábado”, del diario Unomásuno- Por ahí tengo guardados algunos ejemplares.
Recurro al director de “Laberinto”, por dos cosas. Una: en mi columna de ayer “Abrazos a la prensa” censuré la actitud tramposa del gobernador interino de Tabasco quien publica fotos de algunos compañeros con quienes desayunó y pretende dar la imagen: en Tabasco la prensa y el gobierno comen en el mismo plato. Y la otra, me pareció oportuno su texto.
Nunca censuré a quienes por este oficio nos sentamos hasta con el malo. Y, por cierto, no dije “los compañeros de esa mesa de periodistas recibieron el infamante beso del diablo”.
Como bien dijo JLMS en la Feria del Libro de Guadalajara 2021, al presentar su libro “Herejías/Lectura para tiempos difíciles”, yo no quiero competir con los profesionales del elogio o del denuesto… la reflexión no es un ejercicio de popularidad.
De “El beso del diablo”, de JLMS, transcribo: “La muerte de Huberto Batis hace recordar al monje tiempos de cambios profundos en el periodismo mexicano, con el Proceso de Julio Scherer García y el Unomásuno de Manuel Becerra Acosta hijo. Mientras la mayoría de los medios se alineaba con el gobierno, en ellos se ejercía un periodismo crítico, documentado, desafiante, con moneros graduados en la universidad de la sátira. Eran una excepción —como lo eran algunos columnistas en otros espacios— en una atmósfera de sometimiento y miedo a las decisiones del poder”.
Mi reflexión de ayer por la posible burla del capi Merino a la prensa no ahondaba en la forma de ejercer cada uno el periodismo, aunque insinuaba el clima de sometimiento añorado por el gobierno y el posible miedo de algunos compañeros de la prensa a las decisiones del poder.
Y no señalé a compañero alguno en particular —todos forman parte de una mesa invitada a sentarse con el gober, como pueden seguir otras—, porque siempre he distinguido el lado donde estoy en esto de la información.
Lo dije en mi columna del 050707: He caminado junto a periodistas de tres tiempos, una especie de eslabón entre aquel periodismo utópico, soñador, a veces no sólo como testigo y el quehacer moderno informativo.
Recibía, entonces, un premio y admitía: Con otros laureados este día con el Quijote, compartí espacios y tiempos. Salvador Antillón Fernández, quien con Rigoberto Aguilar Torres me llevó a Presente; Deyanira Malpica de Villegas, junto con Hilda del Rosario de Gómez y Mimí Castro, las primeras “socialistas” de la prensa (escribían sociales, aunque Hilda llegó a manejar otros géneros del periodismo)); Antonio Barallobre Vidal, más acá en el tiempo, más allá en los ideales y Manuel Antonio Vidal Cruz, sobreviviente (entonces, 2007) junto con Florentino Hernández Bautista y Francisco Ruiz Rangel de aquella generación de comunicadores entre los que admiro a Trinidad Malpica H, Salvador “el Indio” Soler, Humberto Muñoz Ortiz, Julio César Javier Quero, Luís C. Márquez, Jorge Calles y Rodolfo Montiel H, por mencionar algunos en los que abrevé conocimientos y consejos. De ellos soy heredero, sucesor, aunque un día soñaba remplazarlos.
Junto aquellos viejos, con mis compañeros herederos de esas plumas y los nuevos periodistas he sido compañero de viaje y me honra la distinción de unos y la generosidad de otros amigos, porque han llevado a mi vida satisfacciones como el Premio Estatal de Periodismo en 1991, el Premio “Sin Barreras”, otorgado por Radio Chapultepec por 32 años de ejercicio periodístico, en 1999; el premio del Club Primera Plana y, el más importante de todos, ser personaje de la novela La conspiración de la fortuna, de Héctor Aguilar Camín.
Si eso es poca cosa para algunos, no para mí; yo jamás renegaría de éste, el mejor oficio del mundo, García Márquez dixit.
Sólo que, ante el coqueteo extemporáneo del representante en Tabasco del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, baste, por hoy, recordar aquella reflexión que hice al recibir el Quijote: Hay que recordar la llegada del caballero andante y cómo era recibido por el posadero y sus hijas con “pomos de aguas olorosas” y otras distinciones, en una farsa para burlarse del sublime loco “desfacedor” de entuertos.