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El Vaticano prohíbe conservar las cenizas de difuntos en casa, repartirlas o dispersarlas en la naturaleza

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La práctica de cremación de los difuntos, preferida en muchos lugares, no es contraria a la doctrina de la Iglesia, pero la conservación de las cenizas debe hacerse de un modo riguroso que refleje la fe cristiana, según ha recordado este martes el prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller, al presentar el nuevo documento «Para resucitar con Cristo».

La instrucción, aprobada explícitamente por el Papa y dirigida a los obispos, sale al paso de abusos y vulgaridades que se han vuelto frecuentes, sobre todo en Estados Unidos, donde la cremación se practica desde hace mucho tiempo, y responde a consultas de numerosas conferencias episcopales. Buena parte de los abusos respecto a las cenizas se producen en la segunda generación de familiares, en los traslados de casa, divorcios, etc.

El nuevo texto enumera las ventajas tanto religiosas como emotivas de la inhumación en cementerios, «que favorece la compasión y el respeto a los cuerpos» así como «el recuerdo y la oración», sin dejar de reconocer que es también una alternativa religiosamente válida la cremación.

 

El documento recuerda que, si se lleva a cabo, «no está permitida la conservación de las cenizas en el hogar», excepto en «casos de graves y excepcionales circunstancias», y que en ningún caso «pueden ser divididas entre los diferentes núcleos familiares». No se debe repetir con las cenizas lo que, en siglos pasados, se hizo con las reliquias de los santos.

La instrucción, breve y clara, señala como punto esencial que «si por razones legítimas se opta por la cremación del cadáver, las cenizas del difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente». Ahora hay columbarios, pequeños y económicos, en muchísimas iglesias o cementerios.

Al mismo tiempo se recuerda que «después de la celebración de las exequias, la Iglesia acompaña la cremación con especiales indicaciones litúrgicas y pastorales, teniendo un cuidado particular para evitar cualquier tipo de escándalo o indiferencia religiosa». El cardenal Müller recordó que el rito religioso puede celebrarse en el cementerio o incluso en el crematorio, siempre que pueda hacerse con dignidad.

Por ese motivo, el documento indica de modo rotundo que «para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no sea permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos», como se hace ya en algunos ambientes.

Es más, «en el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias». Eso significa que no puede haber misa de funeral con los ornamentos y las lecturas propias, pero naturalmente no excluye que se rece por el difunto ni que se ofrezcan por su alma misas normales.

Durante la presentación del documento, el cardenal Müller ha manifestado su confianza en que «la nueva Instrucción contribuya a que los fieles cristianos tomen mayor conciencia de su dignidad de hijos de Dios». (ABC).