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La lucha del PRI

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TRANSPARENCIA

POLÍTICA

Erwin Macario

La lucha del PRI

La lucha no ha sido política, lo cual

implicaría confrontación de ideas y

búsqueda de acuerdos. Ha sido, por el

contrario, frontal, de choque, casi al

borde de lo faccioso. Escudriñando

Tabasco/ Rosa María Giorgana Pedrero

y Juan José Rodríguez Prats.

La elección extraordinaria en el municipio de Centro ha sacado a flote lo peor de la política en Tabasco. Porque no se trata sino de la lucha de facciones por el poder. Ayer se hacía en este espacio una comparación, tutta proportion garde, con la guerra de las mafias que nos relata la saga de novelas de Mario Puzo.

No es, siquiera, el viejo enfrentamiento entre Andrés Manuel López Obrador y Roberto Madrazo, las dos figuras que arrebatan los reflectores de la política tabasqueña en las campañas de Octavio Romero Oropeza y Liliana Madrigal Méndez, porque aquel no viene con toda la fuerza de la izquierda, sino que es cuestión de la herencia dinástica que el PRI pretende mantener ahora posicionando a sus cachorros; entre ellos el hijo de Roberto, Federico, que sería el tercer Madrazo en Tabasco.

El análisis político de estos días —en que por encima de esas luchas mafiosas está en juego la propia transición política de Tabasco— no puede prescindir de un recuento de lo que ha sido la lucha por el poder, al menos desde el gobierno del abuelo de Federico, don Carlos Madrazo, que como su hijo Roberto llega al poder después del choque faccioso contra un gobernador, traicionado y obligado a renunciar. Con don Carlos fue Manuel Bartlett Bautista. Con Roberto, muchos de los que hoy quieren seguir mandando en Tabasco traicionaron a Salvador Neme Castillo y al renunciar a su cargo de gobernador colocaron a Manuel Gurría Ordóñez, gobernante anodino de paso para preparar el advenimiento de Roma y fortalecer ese madracismo que el propio Roberto presume en recientes entrevistas “nadie ha podido acabar en Tabasco”. El San Juan de Carlos Madrazo, mesiánico como otros,  fue el general Miguel Orrico de los Llanos.

En el libro que hoy se utiliza en esta columna para adecuar un epígrafe al momento y circunstancias de Tabasco, hay varias entrevistas que revelan cómo se ha dado esta pugna de odios y rencores, de facciones en la lucha por el poder que pretenden manejar como una monarquía hereditaria unas cinco familias que nos vienen desde el garridismo.

Sus propias ambiciones les han dividido. En nada han funcionado estrategias como las de Roberto Madrazo al romper la línea sucesoria que se venía dando, en base al trabajo y la presencia en política, e imponer a quien, como ahora sucede con Liliana Madrigal, no había madurado lo suficiente. 

Pero Manuel Andrade frenó un poco el madracismo que no tiene ya nada de aquello que sembró en Tabasco don Carlos, sino que muchos consideran es sólo un “robertismo”. Lo uno o lo otro, la verdad es que el PRI sale perjudicado con esta lucha y de ello podrá hablarse y analizarse mejor el día 13 de marzo, después de la jornada electoral.

Insisto en texto que mantengo para el libro que pretendo escribir sobre este proceso electoral, la transición y la democracia en Tabasco: 

Circunscribir, pues, la narración a una etapa de días —de enero a mayo de 2016— porque en estos se resuelve, en mayor parte, la lucha por la transición que se da en la alternancia, es meramente un recurso que puede, como los propios actos políticos, resultar un proyecto fallido. La historia es circular y sus personajes, cualesquiera que sean sus valimientos y aportaciones se enlazan al través del tiempo. Quienes hoy se enfrentan en la arena política, ayer fueron compañeros de grupos o partidos; quienes hoy actúan en uno de estos, ayer estuvieron enfrentados. 

No se puede, pues, pretender que los resultados en los días que van del 1 de enero al 30 de mayo de 2016 resulten por generación espontánea en el ejercicio democrático, sino que una mirada en retrospectiva puede ilustrar mejor estos acontecimientos, hacernos más fácil apreciar la luz más allá del túnel en que Tabasco fue cayendo desde que la cohesión del poder se fue perdiendo en la ambición política, creando discordias, provocando rupturas en la propia clase política dominante —en lo general por grupos familiares que han gobernado— y dando paso a lo que, desde 1988, se sabía, o al menos se intuía,  iba a ser un camino difícil a la alternancia y a la transición políticas.

La propia conformación de familias y grupos gobernantes a través de la historia ha dificultado este tránsito hacia el cambio. La propia inercia de quienes ayer estaban en los mandos y hoy en la banca, pero más que nada la oposición férrea a todo lo que amenaza no sólo el confort de quienes se dedican a la política sino hasta sus propios negocios en ella o a través de ella, está a prueba estos días.

Por eso hay, en realidad, mucho para el análisis político. Esto explica, en parte la actuación de Madrazo y el alejamiento de Manuel Andrade en la campaña de Liliana, entre otras cosas.