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El declive demográfico empuja a China a permitir un segundo hijo

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La política del hijo único en China va a convertirse en historia después de casi cuatro décadas. El Comité Central del Partido Comunista, tras cuatro días de deliberaciones en un hotel del oeste de Pekín sobre los planes económicos y sociales a aplicar en el país durante los próximos cinco años, anunciaron que todas las parejas que lo deseen podrán tener dos hijos. La medida tendrá que aprobarse aún en el Legislativo chino, la Asamblea Nacional Popular, el próximo marzo, como el resto del 13 Plan Quinquenal, para el periodo 2016-2010.

La reunión plenaria ha acordado «permitir a todos tener dos hijos», indica el comunicado oficial. Se trata, añade, de «poner en marcha políticas que hagan frente al envejecimiento de la población». 

Porque el envejecimiento supone uno de los grandes retos que encara el país. En 2014 la población por debajo de los 60 años descendió por tercer año consecutivo, en 3,7 millones de personas, para quedar en 917 millones, según la Oficina Nacional de Estadísticas. La ONU calcula que para 2035 el país contará con casi 400 millones de jubilados, más del 25% de la población

No es el único problema. La política del hijo único, implantada oficialmente a partir de 1980, ha causado un grave desequilibrio entre el número de hombres y mujeres, dada la preferencia cultural por los descendientes varones. Aunque los hospitales no pueden informar del sexo del feto, y en teoría está prohibido el aborto selectivo, en 2014, según las cifras oficiales, nacieron 116 niños por cada 100 niñas. La proporción natural es de aproximadamente 105 varones por cada 100 niñas. Acumulada a través de décadas, esta desproporción ha generado un «exceso» de 34 millones de varones, que a su vez ha suscitado problemas como un aumento del tráfico de mujeres procedentes de otros países más pobres.

El Gobierno chino sostuvo durante mucho tiempo que fue uno de los factores que posibilitó el desarrollo económico. Pero dadas sus graves consecuencias, las autoridades habían venido suavizando ya en la última década una medida que, según los expertos, evitó cerca de 400 millones de nacimientos en el país más poblado del mundo, de 1.361 millones de personas. Aunque la prohibición nunca llegó a aplicarse a absolutamente toda la nación: existían exenciones para las minorías étnicas -aproximadamente 105 millones de personas, según el Censo de 2010- y para los habitantes rurales, si el primogénito era una niña.

En 2013 se aprobó permitir dos hijos a aquellas parejas en las que al menos uno de los miembros a su vez fuera hijo único.

Pero esa reciente relajación no tuvo el éxito que las autoridades esperaban. A mediados de 2015, tan solo 1,5 millones de los 11 millones de parejas que cumplían los requisitos habían solicitado el permiso necesario.

Si hasta ahora las parejas chinas que podían no se han mostrado demasiado entusiasmadas a la hora de aprovechar esa reforma parcial, es poco probable, apuntan los expertos, que la eliminación completa produzca un «boom» de la natalidad. Entre otras cosas, porque incluso durante la prohibición era posible tener un segundo hijo si se deseaba, pagando una multa.

El deseo de tener más hijos ha disminuido mucho, especialmente entre las clases medias urbanas, apunta He Yafu, autor del libro «El Incontrolable Control de la Población». «El coste de criar un segundo hijo es demasiado alto e implica mucha presión económica a las familias», que ya deben afrontar altos precios de la vivienda o de la educación.

En opinión de muchos expertos, la abolición podría haber marcado una diferencia de haber tenido lugar hace una década. Ahora no solo ya no hay un gran apetito por tener más hijos, sino que llega tarde para evitar el envejecimiento de la población. Según Craig Botham, de la gestora de fondos Schroeders, el fin de la medida tendrá «escaso efecto inmediato. El impacto perjudicial de uno de los experimentos de ingeniería social con más éxito de la historia ya está garantizado, dado que la ONU predice una caída del 3% de la población en edad laboral en China entre 2015 y 2030».

Y, según puntualizan las organizaciones pro derechos humanos, la medida no abole lo que el comunicado del Plenario describe como «política básica de planificación familiar» y que en el pasado ha generado graves abusos, incluidos abortos forzosos. Las familias aún tendrán que solicitar una autorización oficial para poder iniciar el embarazo y no podrán decidir si quieren tener más de dos descendientes.

«Aunque es un cambio importante, y un límite de dos hijos es mejor que un límite de uno solo, no debería de haber límites. El Estado continúa manteniendo el control sobre todo tipo de derechos reproductivos, y el cambio de política no hace nada por alterar los abusos del pasado o reducir la perspectiva de más en el futuro», explica Sophie Richardson, directora para China de Human Rights Watch. (El País)