La relación entre Donald Trump y Elon Musk, que hasta hace unos días se presentaba como una de las alianzas más poderosas entre política y tecnología en Estados Unidos, estalló en una guerra pública de acusaciones, insultos y amenazas mutuas, marcada por el rechazo frontal del empresario al proyecto de ley presupuestaria promovido por el presidente.
La ruptura se desencadenó el martes, cuando Musk —que hasta la semana pasada se desempeñaba como “empleado gubernamental especial” en la administración Trump, a cargo del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE)— arremetió en redes sociales contra la legislación fiscal y de gasto impulsada por el mandatario.
El empresario calificó la propuesta como una “abominación repugnante” y acusó a los legisladores republicanos que la respaldaron de haber traicionado al pueblo estadounidense. “Vergüenza para aquellos que votaron a favor. Saben que hicieron mal”, escribió Musk en X (antes Twitter), red social que dirige.
El miércoles intensificó sus críticas y pidió a los votantes contactar a sus representantes para exigir que se detenga la ley. “¡Quebrar a América no está bien! MATA el PROYECTO”, publicó.
Ese mismo día comenzaron los rumores sobre la posible molestia del presidente Trump ante la virulencia de las críticas, luego de que Musk amplificara mensajes de senadores como Rand Paul y Mike Lee, conocidos opositores al gasto público. Musk incluso llegó a compartir un artículo titulado: “Son Rand Paul y Elon Musk contra Donald Trump”.
La tensión se transformó en confrontación abierta el jueves, cuando Trump, desde el Despacho Oval y en presencia del canciller alemán Friedrich Merz, acusó a Musk de actuar movido por “resentimiento” luego de que su administración eliminara los subsidios a los vehículos eléctricos. Además, afirmó que Musk estaba enojado porque su recomendado para dirigir la NASA, Jared Isaacman, fue rechazado.
“Siempre me cayó bien Elon, pero no sé si la relación continúa”, declaró Trump. Y añadió: “Algunos, cuando dejan mi administración, desarrollan lo que llamo el ‘síndrome de trastorno de Trump’”.
Musk, en respuesta, elevó aún más el tono de la disputa: aseguró que Trump figura en los llamados “archivos Epstein” —una referencia a los documentos judiciales relacionados con el financiero Jeffrey Epstein, acusado de tráfico y abuso sexual—. Aunque no presentó pruebas, la insinuación causó revuelo inmediato en la esfera política y mediática.
En otra publicación en X, el empresario amenazó con desmantelar la nave espacial Dragon de SpaceX, desarrollada en colaboración con la NASA, después de que Trump amenazara con cortar todos los subsidios y contratos gubernamentales con sus empresas. “La forma más fácil de ahorrar miles de millones es cancelar los contratos de Elon”, escribió Trump en Truth Social.
El intercambio de ataques públicos marcó un giro inesperado en una relación que había sido cercana. Musk había apoyado la campaña de reelección de Trump con más de 280 millones de dólares y su gestión desde DOGE fue ampliamente elogiada por el presidente. Durante 130 días al frente de esa oficina, Musk promovió recortes y despidos en el aparato burocrático federal, generando —según sus propias cifras— ahorros por más de 175 mil millones de dólares.
La Casa Blanca ha intentado minimizar el impacto de la disputa, pero varios senadores republicanos reconocieron que los comentarios de Musk podrían dificultar la aprobación del proyecto de ley en el Senado, donde la mayoría oficialista es estrecha.
“Es un influencer. Sus palabras tienen impacto”, admitió la senadora Lisa Murkowski, una de las voces moderadas del Partido Republicano. En tanto, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, señaló que Trump “ya sabe lo que piensa Musk sobre el proyecto” y que el presidente sigue firme en su defensa de lo que llamó “una gran, hermosa ley”.
Mientras tanto, Musk replicó que nunca vio el proyecto completo y que fue aprobado “en la oscuridad de la noche” sin tiempo para su análisis. “Sin mí, Trump habría perdido las elecciones”, escribió. “¡Vaya ingratitud!”
A medida que crece el escándalo, el futuro de la iniciativa presupuestaria —que incluye recortes fiscales, incremento en defensa y ajustes a programas sociales— se vuelve incierto. Varios senadores conservadores piden más ajustes, mientras otros temen perder el apoyo de votantes moderados.
La crisis también revela el grado de dependencia del gobierno estadounidense respecto a las empresas de Musk, que mantienen contratos con la NASA, el Departamento de Defensa y otros organismos.
La implosión de esta alianza ha sido pública, escandalosa y, posiblemente, con consecuencias profundas para la política, la economía y la gobernabilidad de Estados Unidos. Como señaló un legislador republicano bajo anonimato: “Es como ver a dos titanes peleando con rayos láser… pero lo que está en juego es el futuro del país. (Más).