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Presenta el tabasqueño Audomaro Hidalgo en París su segundo libro de poemas traducido

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La siguiente entrevista se realizó en París, en marzo de 2024, inmediatamente después de la presentación de la edición francesa de Los designios de la intemperie, del poeta mexicano Audomaro Hidalgo.

En la presentación de la obra participaron los poetas Sergio Avalos, Lara Dopff, Yves Ouallet y el poeta argentino Hugo Mujica.

Ángel Morales*: ¿Cuál fue el proceso para crear Los designios de la intemperie?

Audomaro Hidalgo: Los designios de la intemperie lo escribí a lo largo de los últimos tres años, o un poco más. Hay un poema, “Túmulo de la rosa”, que escribí en marzo de 2020, poco días después de haber sido declarado en Francia el confinamiento debido a la pandemia del COVID-19. Escribo muy despacio. No fuerzo la escritura de un poema, trato únicamente de permanecer en un “estado de disponibilidad”, que no siempre es fácil debido a los quehaceres diarios. No sé si puedo hablar de “proceso”, si por proceso entendemos lo que hacen hoy muchos autores: proponer la escritura en serie de textos poéticos encauzados por un tema hasta “agotarlo”. En mi caso no es así. Los designios de la intemperie, que es inmediatamente posterior a Sajadura (poemas en prosa), reúne apenas treinta y siete poemas, diferentes pero que guardan entre ellos una coherencia interna y están orientados por el mismo afán que me ha guiado desde que comencé a escribir: construir una visión poética del mundo. El título del libro responde a este empeño: exponerse, entregarse al flujo de la existencia, confiarse a la corriente de la vida. Así, estos poemas hablan de una errancia exterior pero también interior. Por último, debo decir que Los designios de la intemperie primero fue traducido al francés y publicado en Francia (Phloème, 2023); posteriormente apareció en México (Cuadrivio, 2024). Actualmente este libro se encuentra entre los tres finalistas del “Prix Mallarmé étranger de la traduction”, convocado por la Academia Mallarmé. Esto me llena de mucha satisfacción, pues se trata de uno de los premios más antiguos y prestigiosos que existen en Francia.

Tu libro Madre saturno lo escribiste en Francia y la mayoría son poemas en prosa, ¿cómo regresas al poema en verso?

En efecto, escribí Madre saturno en Francia, a lo largo de todo el 2018, que fue un año particularmente difícil desde el plano emocional y existencial: perdí tres seres queridos, vivía en condiciones materiales muy precarias, escaseaba el dinero y la comida, pero fue un tiempo en que respiraba mucha libertad. Madre saturno es mi primer libro en prosa y se trata de un ensayo de imaginación creativa, escrito a partir de una fotografía en la que aparecen Jorge Luis Borges y Octavio Paz. Ese fue el punto de partida. Poco a poco, a medida que avanzaba, la escritura me mostró otros caminos de exploración. El tema del libro es el tiempo, la forma es por momentos fragmentaria y el lenguaje está atravesado de principio a fin por la poesía, pero no está constituido propiamente por poemas en prosa. Vale la pena hacer la distinción: el poema en prosa crea imágenes, mientras que la prosa poética argumenta ideas; en el poema en prosa la frase es imagen; en la prosa poética la línea es argumento. Ambos pueden ser breves o extensos, pero la diferencia radica en su intensidad: en el poema en prosa la imagen vence al argumento; en la prosa poética la idea opaca a la imagen. El ensayo Madre saturno me condujo a los poemas en prosa de Sajadura, que me trajo de vuelta a los poemas en verso de Los designios de la intemperie. Nunca me plantee esto de manera consciente. El paso de la prosa al verso se dio de forma natural. Los poemas que he escrito en los últimos meses también son en verso, pero no he dejado de escribir prosa (artículos, crítica, ensayos).

Hay una reflexión sobre la palabra y la poesía dentro de tus poemas, que no es común en los poetas latinoamericanos, ¿es un tema que te interesa?

La reflexión y la creación poética están íntimamente relacionadas. Para mí es esencial reflexionar sobre cierta poesía que leo y sobre el fenómeno poético. En general, la poesía escrita en la América española le ha dado poca importancia a esta relación. Pensemos en Neruda, Vallejo, o en una poeta que admiro mucho: Olga Orozco, lo que nos dijeron sobre la poesía y los poetas fue muy poco, casi nulo. No hay que ir hasta el siglo XX, que ya nos queda lejos, para constatarlo. Poetas latinoamericanos contemporáneos, muy celebrados, muy sonoros, parecen no interesarse en la reflexión de la poesía ni de los otros poetas. Por suerte, tenemos unos cuantos libros de crítica poética excelentes: La máscara, la transparencia, de Guillermo Sucre, y En suelo incierto, de Eduardo Milán. Pero siguen siendo muy pocos. Uno de los poetas contemporáneos que me interesa, por esta misma razón: la unión entre el canto y la reflexión, entre el logos y la inspiración, es el argentino Hugo Mujica, autor de varios libros que ya son o que pronto serán clásicos en nuestra lengua. Y alguien que ya no está con nosotros pero que sigue estando de otra manera: el venezolano Eugenio Montejo y su crítica lúcida y lúdica sobre el lenguaje.

Radicas en Francia y también eres traductor, ¿qué tanto te influye a la hora de escribir, ¿piensas en el lector francés y la posible traducción?

En efecto, vivo en Francia desde hace ya siete años. El hecho de vivir lejos de México, en otro continente, en otra cultura, en otra lengua, en otros hábitos sociales y códigos morales, me ha modificado en todos los planos de la existencia. El contacto permanente con la lengua francesa ha hecho que mi lenguaje y mi escritura se vean modificados; también mi percepción de la realidad ha sufrido cambios. Creo que la escritura de poemas es una forma de traducir sensaciones, emociones, pensamientos, sueños, pesadillas. Para mí, el mundo no ha cesado de ser una compleja pero transparente escritura. El universo susurra palabras. La labor del poeta es captarlas y traducirlas. No concibo la escritura de poemas sin el ejercicio de la traducción de poemas. Ambas actividades van de la mano. Los poemas que traducimos también forman parte de nuestra obra. Y creo que para traducir poemas se necesita haber leído mucha poesía, no sólo de nuestra lengua sino también de otras tradiciones. Traducimos poemas por afinidad estética y empatía espiritual, porque nos reconocemos en la voz de los otros y de las otras poetas. En mi caso, además de poemas, también he traducido prosa. Este año aparecerá la traducción que hice de Pequeño elogio de la poesía del poeta francés Jean Pierre Siméon. Se trata, una vez más, de una defensa, fervorosa y lucida, de la poesía, tan necesaria en la sociedad cada vez más deshumanizada y artificial en la que vivimos.

¿Qué tan difícil es ser poeta en otra lengua en un país como Francia?

Siempre he sentido admiración por los escritores de México y de otros países hispanos que han vivido en el extranjero. En general, el mexicano no es un ser que viaje mucho, esto se debe tal vez al fuerte poder de gravedad que ejerce en la sociedad mexicana la noción de familia. Sea lo que sea, quienes decidimos vivir en un país distinto al nuestro sabemos lo difícil que es abrirse paso en otra sociedad, ganarse un lugar, ser aceptado, comulgar con “los otros distintos diferentes”. Esto va mucho más allá de la poesía, aunque por supuesto también la nutre. Hablo de la vida, del trabajo cotidiano, de saber lo que es ganarse el pan, de obtener independencia económica, y no tener que angustiarnos por ganar algún premio. “Uno es el hombre/uno es algo que vive/uno es el hombre que anda por la tierra”, escribió Jaime Sabines, que algo supo del ejercicio de varios oficios. En lo literario, la literatura francesa, en la prosa como en la poesía, ha dejado de ser norma mundial desde hace ya un buen tiempo. Pero el estudio de sus clásicos (estoy pensando únicamente en los poetas) siempre es fuente de riqueza. Muchas veces me han preguntado por qué no escribo directamente en francés. Tal vez hoy sería capaz de escribir algún libro en prosa directamente en esta lengua, pero para escribir poesía necesito apelar al español. Cortázar vivió prácticamente toda su vida en este país: nunca recurrió al francés como medio de expresión literaria; el gran poeta de las Elegías y los Sonetos, Rilke, escribió mediocres poemas en francés. “Mi destino es la lengua castellana”, dijo Borges. Es una línea más sentida que retórica, por ello es un verso que no me abandona porque también es algo más profundo: una manera de sentir y decir el mundo.

Poetas como Vallejo, Neruda y Octavio Paz vivieron en París, ¿crees que de alguna manera ellos abrieron las puertas para que el lector francés se interesara por la poesía latinoamericana?

En el medio literario francés se lee actualmente al novelista Roberto Bolaño y al poeta Roberto Juarroz. Poco a poco comienzan a descubrir a Juan José Saer, un gran escritor que también vivió en esta ciudad. De los latinoamericanos, Bolaño y Juarroz son hoy en día los más leídos, los más comentados. Se les dedican emisiones de radio, números de revista, ensayos literarios, tesis académicas, discusiones de café. Ambos están publicados en editoriales francesas de primer orden. Sin duda la presencia en París de Vallejo, Paz y Neruda fue importante para que el público francés se interesara por nuestra poesía. Hasta hace poco apareció la traducción de la poesía completa de Vallejo en Flammarion y la de Neruda en Quarto. Tengo entendido que de Paz se prepara el segundo tomo de su obra “completa” en la Bibliothèque de La Pléaide, una de las dos o tres colecciones más importantes del mundo, y en la que sólo están incluidos cinco escritores de lengua española: Cervantes, Lorca, Borges y Paz, Vargas Llosa… Los tres últimos nos tocan más de cerca: abrieron puertas, despertaron interés, posicionaron nuestra literatura en los primeros planos, pero aún queda mucho camino que recorrer.

En tu obra hay referencias a Octavio Paz y se percibe una influencia, ¿de qué manera ocurrió?

Un poeta cuyo instrumento de comunicación es el español, no debe jugar a desconocer la obra de Octavio Paz. Además de su perfección formal, su valentía espiritual y su intensidad verbal, la visión del mundo que nos ha dejado Paz es muy vasta y muy generosa. Es mucho más completa que la de Eliot, la de Brodsky, la de Bonnefoy, la de Rilke o la de Blaga. Muy pocos poetas poseen ese alcance de mirada y logran construir una auténtica visión del mundo. En una carta, Charles Baudelaire lamenta que a una lectura sean invitados cinco o seis poetas, cuando en un siglo fecundo, dice Baudelaire, quizá haya solamente diez poetas… Pues bien, Paz integra ese grupo reducidísimo de poetas del XX que de verdad cuentan. He tenido la suerte de asistir a diversos festivales de poesía en la América hispana. Penosamente, muchas veces constaté que los poetas de nuestros países apenas lo conocían o ni siquiera lo habían leído. Esto me resulta inconcebible. El legado que Paz nos ha dejado es inmenso. Lo diré por primera y última vez: me enorgullece haber sido educado por el poeta mexicano Octavio Paz. Es uno de los pocos escritores junto al cual he pasado algunas de mis mejores horas como lector. Deberíamos aspirar a ser dignos de su herencia, en lugar de pensar en cuál será el próximo premiecito que vamos a obtener. En verdad, no sé si aún nos hemos dado cuenta de la suerte que tenemos de poder leer a Octavio Paz en español.

* Ángel Morales (México, 1986) es escritor, psicólogo y periodista, actualmente vive en París y estudia un doctorado sobre crítica de arte en la Université de Lille.