El jefe de gabinete de Andrés Manuel López Obrador será un magnate y exjinete olímpico de salto ecuestre, que apostó con tino político por el presidente electo de izquierda y ahora tendrá que ser cauto para evitar conflictos de intereses. Quien alguna vez fue uno de los hombres con mayor fortuna de México, Alfonso Romo, de 67 años, cayó en la exclusiva lista de personas más ricas cuando una serie de inversiones de alto riesgo en biotecnología salió mal.
Pero el empresario no se equivocó al apoyar a López Obrador, cuya victoria arrolladora el domingo 1 de julio cambió el paisaje político de México.
Romo comenzó a respaldar al político poco antes de su fallida campaña presidencial del 2012. Ahora, el empresario está listo para estar en el centro de un gobierno que promete dar pasos audaces en la lucha contra el crimen y la corrupción mientras considera cambios en importantes sectores de negocios.
Días antes de las elecciones, López Obrador llamó a Romo para que se desempeñara como jefe de gabinete. El nuevo gobierno comenzará el 1 de diciembre y antes de esa fecha Romo codirigirá el equipo económico en la transición.
En una entrevista dijo que no esperaba encontrar algún conflicto que le impidiera asumir el cargo, pero que no estaría dispuesto a vender sus empresas.
Algunos observadores políticos aún se sorprenden de cómo el jinete que compitió en los Juegos Olímpicos de 1996 y 2000 saltó al gabinete del primer presidente izquierdista de México en décadas.
Hasta ahora, ha sido una opción inteligente para López Obrador. Sus credenciales en el mundo de los negocios han ayudado a calmar la oposición del sector privado, considerado uno de los mayores críticos del político izquierdista.
“Esa fue mi chamba (trabajo) desde enero del año pasado”, dijo Romo. “No te digo (que haya una) total aceptación sino una gran parte del sector privado entendiendo mucho más lo que estamos planteando”, agregó.
El empresario también ayudó a López Obrador a ganar fuerza en los prósperos estados del norte de México, donde había tenido problemas en campañas anteriores.
Cuando pase a formar parte del gobierno, Romo tendrá que sortear posibles conflictos de intereses entre su trabajo político y su imperio empresarial.
Grupo Plenus, donde se desempeña como presidente del consejo, tiene inversiones en biotecnología, educación y servicios financieros, entre otros sectores. También es presidente honorario de la casa de bolsa Vector.
Romo dijo que los conflictos potenciales fueron una de sus principales reservas a la hora de aceptar el rol de jefe de gabinete.
“Creo que no tengo nada que me impida pero voy a ser muy cauteloso (…), no quiero lastimar a Andrés Manuel”, dijo. “Si veo que en el camino no se puede, me salgo”.
El izquierdista promete aumentar la presión para acabar con la corruptela, y México ha reforzado en los últimos años las reglas en torno a estas situaciones, dijo Rodrigo Montes de Oca, investigador del Baker Institute Mexico Center, en Houston.
La ley mexicana requiere que los servidores públicos hablen cuando tengan un conflicto de intereses, y que ellos mismos se hagan a un lado del proceso en cuestión.
El amplio alcance de las tareas del jefe de gabinete lo convierte en un trabajo particularmente delicado, agregó Montes de Oca. Romo enfatizó que cree que el tema es manejable, pero que está revisando la situación legal y destacó que no tiene roles operativos en sus empresas.
OBSTÁCULO POR OBSTÁCULO
La incursión de Romo en la política es un paso más en una carrera llena de giros. Compró la fábrica de cigarrillos Cigarrera La Moderna por 85 millones de dólares en 1985. El fin de los controles del precio del tabaco ayudó a aumentar su valor, dijo, y vendió la compañía una década más tarde por 1,700 millones de dólares.
El negocio era una gran fuente de empleo local, dijo Romo, quien señaló que ninguno de sus campos de tabaco fue atacado durante el levantamiento armado zapatista de la década de 1990. “Todas mis empresas siempre han tenido un contenido social”, afirmó, explicando su afinidad con López Obrador.
Usó las ganancias de la venta de la compañía tabacalera para financiar a Seminis, uno de los mayores productores de semillas de frutas y hortalizas. Esa empresa se cargó de deudas, y Romo la sacó del mercado en 2003 antes de que se vendiera al gigante de la tecnología agrícola Monsanto.
La serie de transacciones detonó una amarga batalla legal con su suegro, Alejandro Garza, cuya familia lanzó el embotellador y minorista Fomento Económico Mexicano. La controversia agrió las relaciones de Romo con algunos hombres de negocios en la ciudad industrial norteña de Monterrey, según medios locales.
Romo dijo que la pelea era una disputa contractual menor y negó informes de disputas con los industriales de la ciudad. “Me llevo de maravilla con todos los empresarios”, indicó.
En su trayectoria, Romo incursionó en política, apoyando al presidente Vicente Fox del conservador Partido Acción Nacional (PAN), que acabó con más de siete décadas ininterrumpidas de gobiernos del mismo partido en México.
En 2011, a través del político Dante Delgado, conoció a López Obrador mientras preparaba su segunda campaña para la presidencia, recordó Abel Hibert, un viejo socio comercial y asesor del exalcalde de Ciudad de México.
Romo fue atraído inmediatamente por el izquierdista, recordó Hibert. Estuvo involucrado en su campaña del 2012, pero reforzó sus esfuerzos para la candidatura de este año.
Su tarea de campaña más importante fue atraer a empresarios. Las promesas de López Obrador de revisar los contratos de energía y la oposición a un nuevo aeropuerto de 13,000 millones de dólares para la capital asustaron a muchos de ellos.
Un hito clave se produjo cuando el Consejo Mexicano de Negocios, un grupo compuesto por algunas de las empresas más grandes del país, mantuvo una reunión amistosa con el izquierdista poco antes de las elecciones, dijo Romo.
“El hecho de que (Romo) saliera y hablara de quién era el verdadero López Obrador fue un factor importante para conseguir que muchos de los líderes empresariales de México fueran neutrales o de su lado”, dijo James Jones, exembajador de Estados Unidos en México que conoce a Romo desde la década de 1990.
Ya superadas las elecciones, Romo está ansioso por volver al salto de obstáculos que dejó en suspenso unos meses antes de los comicios. Ve grandes paralelismos entre el deporte y su nueva vocación.
Romo asegura que en las competiciones ecuestres hay que tener paciencia para superar obstáculo por obstáculo. “La política es lo mismo”, agregó.