Envalentonados por su enérgico rechazo al gobierno militar, miembros de la oposición política de Corea del Sur se movilizaron el miércoles para destituir al presidente Yoon Suk Yeol, después de que su abrupta declaración de la ley marcial fracasara estrepitosamente.
Varios partidos de la oposición, animados por miles de manifestantes que salieron a la calle para denunciar al presidente, presentaron conjuntamente la moción de destitución, que podría someterse a votación ya el viernes. Aunque los partidos representan una mayoría abrumadora de la Asamblea Nacional, no está claro si conseguirán los dos tercios de los votos necesarios para la destitución.
La sorpresiva declaración de la ley marcial por Yoon el martes por la noche, el primer intento de imponer un gobierno militar en más de cuatro décadas, incitó al caos en uno de los aliados más estrechos de Estados Unidos y evocó recuerdos de los regímenes dictatoriales que gobernaron Corea del Sur hasta la década de 1980.
Fue un audaz intento del presidente de acabar con el bloqueo del gobierno —entre una asamblea mayoritariamente progresista y un ejecutivo conservador— que ha lastrado sus casi tres años en el poder.
Pero, al final, la ley marcial solo duró seis horas. El movimiento resultó contraproducente cuando los legisladores se abalanzaron sobre soldados fuertemente armados que habían intentado acordonar el edificio de la Asamblea. Los 190 miembros presentes, de un total de 300, votaron unánimemente a favor de rescindir el régimen militar, incluidos 18 miembros del propio partido del presidente.
El miércoles por la noche no se conoció públicamente el paradero de Yoon, que parecía cada vez más aislado. Miembros de su propio partido habían denunciado la declaración de la ley marcial y votado a favor de anularla. Los medios de comunicación surcoreanos informaron de que el ministro de Defensa y varios asesores de alto rango del presidente, incluido su jefe de gabinete, habían dimitido.
Si dos tercios de la asamblea votan a favor de la destitución de Yoon, este sería suspendido de su cargo y el primer ministro Han Duck-soo, funcionario de carrera, se convertiría en presidente interino. El destino del presidente pasaría entonces al Tribunal Constitucional, donde los magistrados podrían confirmar el juicio político y destituirlo, o rechazar el juicio y restituirlo en su cargo.
Los partidos de la oposición controlan 192 de los 300 escaños de la Asamblea, justo por debajo de una mayoría de dos tercios, por lo que la destitución requeriría al menos ocho deserciones del Partido del Poder Popular, del propio Yoon, que tiene 108 escaños.
La imposición del gobierno militar el martes por la noche fue la ley marcial más breve y extraña de la historia de Corea del Sur, que ha tenido su ración de golpes de estado y gobiernos militares antes de convertirse en una democracia dinámica tras el fin de la dictadura militar a finales de la década de 1980.
Entre las imágenes perdurables de las seis horas de agitación están los cientos de paracaidistas que llegaron en helicóptero para proteger la Asamblea, y los legisladores de la oposición que escalaron los muros del edificio y se atrincheraron dentro para poder emitir su voto contra el gobierno militar.
Miles de personas salieron a la calle durante la noche, coreando “¡Destituyan a Yoon Suk Yeol!” y empujando a los soldados que intentaban impedirles el acceso a la asamblea.
Un decreto militar prohibió todas las actividades políticas y las reuniones civiles, y declaró que “todos los medios de comunicación y las publicaciones están bajo el control del mando de la ley marcial”. Advertía que quien difundiera “noticias falsas” podría ser detenido sin orden judicial.
Pero los medios de comunicación coreanos no lo consintieron. Las organizaciones de noticias de todo el espectro político, incluso las publicaciones de derechas más alineadas con Yoon y su partido conservador, se mantuvieron unidas en la crítica a sus acciones y a cualquier intento de limitar la libertad de prensa.
Un editorial de Chosun Ilbo, uno de los diarios más importantes de Corea del Sur, que a menudo se ha mostrado amistoso con Yoon, calificó las acciones del presidente de vergüenza internacional. Yoon debía responder ante la opinión pública sobre cómo pensaba “asumir la responsabilidad” de esta situación, añadía.
Antes de lanzarse a la carrera presidencial en 2022 y ganar por un estrechísimo margen, Yoon era un neófito político. Era un fiscal estrella que luchaba contra el soborno, quien ayudó a encarcelar a dos expresidentes, y estaba acostumbrado a una cultura estrictamente verticalista.
Su victoria se atribuyó al descontento de la población con su predecesor, Moon Jae-in. Desde el principio, expuso sus grandes ambiciones, aparentemente reivindicando un legado como artífice del cambio en un sistema político estancado.
Volvió a poner a Corea del Sur en la senda hacia una mayor potencia nuclear, estrechó lazos con Japón y amplió la cooperación militar con Estados Unidos y Japón al tiempo que adoptaba una línea más dura contra Corea del Norte.
Pero en el ámbito nacional, poco de su programa fue fructífero. En las elecciones parlamentarias de este año, sus oponentes se hicieron con un control aún mayor de la asamblea. Su gobierno fue acusado de utilizar investigaciones penales para intimidar a los líderes de la oposición y tomar medidas enérgicas contra los medios de comunicación a los que acusó de difundir “noticias falsas”.
El índice de aprobación de Yoon cayó en picada hasta situarse en torno al 20 por ciento al vetar repetidamente las exigencias de la oposición de investigaciones independientes sobre las acusaciones contra su esposa, Kim Keon Hee. La oposición paralizó muchos de sus proyectos de ley y nombramientos políticos, impuso grandes cambios en sus propuestas presupuestarias para el próximo año e impulsó la destitución de los miembros de su gabinete, acusándolos de corrupción y abuso de poder. Al mismo tiempo, miles de médicos se declararon en huelga durante casi un año para resistirse a sus cambios en el sistema de salud.
Los analistas expresaron su escepticismo sobre el futuro de Yoon en política.
Sung Deuk Hahm, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Kyonggi, al oeste de Seúl, dijo que “la mejor opción” para Yoon era dimitir. “Por trágico que parezca, lo ocurrido durante la noche ha demostrado la resistencia y durabilidad de la democracia surcoreana”, dijo.
Hahm, quien conoce a Yoon desde antes de su elección, dijo que el presidente parecía cada vez más abatido en los últimos meses, sobre todo por la escalada de escándalos que le rodeaban a él y a su esposa y por la incesante presión política de la oposición.
“Las cosas se han vuelto demasiado para él”, dijo Hahm. “Se volvió mentalmente inestable por la presión política”.
Un antiguo ayudante presidencial de Yoon, que accedió a hablar del estilo de liderazgo del presidente bajo condición de anonimato, dijo que Yoon estaba rodeado de un puñado de ayudantes, entre ellos antiguos generales del ejército, que no estaban acostumbrados a cuestionar las decisiones de su jefe. Ese pequeño círculo planteó dudas sobre el grado de preparación de Yoon para la ley marcial, dijo el ayudante.
El ayudante añadió que, en cuanto se enteró de la declaración de la ley marcial, llamó a sus contactos en la oficina de Yoon y en otras ramas del gobierno. Ninguno de ellos había tenido conocimiento previo de lo que se avecinaba.
Incluso funcionarios de alto rango del partido de Yoon dijeron que se habían enterado de la declaración a través de los medios de comunicación. Kim Byung-joo, legislador de la oposición y exgeneral, declaró el miércoles a MBC Radio que, cuando llamó a generales del ejército cerca de la frontera con Corea del Norte, ninguno de ellos sabía lo que estaba ocurriendo. (NewYorkTime).