La historia de una muchacha mexicana, que padeció tres años de infierno por acoso escolar en los Estados Unidos, conmovió al Papa Francisco y a grandes estrellas de Hollywood como George Clooney, Richard Gere y Salma Hayek.
“Compartí mi testimonio para ayudar a otras personas que pasan por lo mismo, para decirles que sigamos adelante y aunque haya sufrimiento, la sonrisa no se debe ir”, contó Ariadna Lizette Nuñez en entrevista con Notimex.
A sus 18 años, tuvo la fuerza para vencer el miedo y contar sus experiencias este fin de semana en la ceremonia de clausura del congreso internacional de “Scholas Occurrentes”, una fundación pontificia que promueve el desarrollo de los jóvenes a través de la educación, el arte y los deportes.
La joven tomó la palabra ante el Papa y los asistentes congregados en el Aula Nueva del Sínodo. Con voz emocionada pero con punzante sensibilidad pudo contar algunos ejemplos de cómo fue discriminada y molestada en una escuela de Chicago.
Comenzó su intervención sorprendiendo al líder católico, ante quién se presentó con un espontáneo: “¡Un gusto padre!” y le dio la mano, desatando las risas y aplausos de los presentes.
Nacida en México en 1997, tras la separación de sus padres viajó con su madre y su hermano Francisco a los Estados Unidos, donde se establecieron hace 12 años.
Aseguró que para ella Chicago siempre fue un lugar de oportunidades pero cuando llegó a sexto grado inició uno de los momentos más difíciles que pasó en su vida, el inicio de “tres años de sufrimiento” donde debió afrontar “momentos dramáticos”.
“Como yo no sabía inglés entonces me aguantaba el responder, yo solo escuchaba y trataba de aguantarme. Uno de los comentarios que si me dolió mucho era: Tu nunca vas a llegar a ser alguien, no eres nadie ni nunca lo serás”, contó, casi entre lágrimas.
Señaló que decidió no salirse de esa escuela, pese a la insistencia de su mamá, porque quería superar el problema y aprender a perdonar a sus compañeros, pero entonces las palabras pasaron a ser empujones y otros ataques.
Incluso un muchacho le llegó a romper en su cara la primera carta que pudo escribir en inglés, en la cual hablaba de su familia y del divorcio de sus padres. “Creí que todos mis sentimientos se iban a la basura y que mi ser no pertenecía ahí”, confesó.
“El tercer año decidí volverme a quedar, porque un padre me dijo: aunque hayas pasado tanto sufrimiento, a veces no nos damos cuenta que Jesús también sufrió en la cruz y si él pudo, por qué tu no puedes. Así que desde ese momento decidí dar ese dolor a Dios”, siguió.
Explicó que también su hermano, Francisco, quien la acompañó hasta Roma, también ha pasado por su misma situación y que eso se vuelve muy difícil para su familia.
“La vida debe ser valorado y crear como el Papa dice, crear esos puentes de amor, de paz, puentes que nos sirvan para ser una mejor sociedad. Si nosotros podemos empezar y cambiar debemos hacerlo. Como le digo a varios, la sonrisa que tengo esa si nadie me la quita”, apuntó.
A esa altura de su relato muchas personas del público se secaban las lágrimas y se veían conmocionadas, en el momento más tocante de la clausura del congreso de Scholas.
En la entrevista, Lizette reconoció que sus compañeros no entienden el daño psicológico que generan con sus palabras y sus acciones, porque hacen sentir al otro inferior y degradan su ser.
“Aunque a mi me haya afectado yo, al momento de la graduación, les dije: los perdono. Pude pasar sobre eso, sigo adelante, lo único que puedo hacer es perdonar y no quedarme con ese rencor”, agregó.
Al final de ese relato y tras varios minutos de aplauso, el Papa la saludó y le dijo, usando un argentinismo: “¡Sos corajuda, ehhh!”. Un reconocimiento a su valentía.
Su testimonio sirvió como puntapié inicial para una campaña de la fundación Scholas contra el acoso escolar bajo la etiqueta de redes sociales “#NosotrosSomosUnicos”.
Como mensaje a los jóvenes, Lizette recomendó: “No traten de ser como los demás, si estamos en una sociedad ya contaminada de ideas malas cómo vamos a querer un mejor futuro para las generaciones. Hay que cambiar primero uno mismo, compartir el valor humano y compartir ese amor con otras personas”.(La Jornada)