Aquí, es aquí, en la sala capitular, donde el Papa Francisco va a comer, señala el padre Román Fortuny, quien abre una puerta de madera, para dejar ver un amplio salón, en medio hay un comedor ovalado, con once sillas. La de la cabecera será ocupada por el Pontífice, en las paredes cuelgan siete cuadros de mujeres de diferentes etnias y un crucifico que sobresale, al tener a un indígena crucificado.
La canciller de la Diócesis de San Cristóbal, María Elena Carrizales Arredondo, expresó que en este lugar será donde Francisco comerá con ocho indígenas y dos obispos. El menú es muy sencillo: arroz blanco, pollo con champiñones y verduras al horno, además de fruta y postre.
Sobre esa gran mesa ovalada reposa un mantel de más de dos metros de ancho, con unos 30 o 40 centímetros de color rojo puesto a la mitad de la mesa -el denominado camino a la vida- el cual fue bordado por indígenas con la cruz maya, y con un tono de lamento, la canciller comenta que aún le hacen faltan varias cosas que adornarán este lugar.
La sala capitular es un lugar muy sencillo, con piso de mosaico, cortinillas beige, y no hay grandes ni fastuosas imágenes, solo una cruz que llama la atención, porque tiene la figura de un indígena crucificado, del lado izquierdo montañas y la noche, y del lado derecho el bosque, a los pies de la figura está la leyenda que dice: Acteal, Chiapas.
Saliendo del comedor hay un pasillo que lleva a la habitación que se preparó para que sea utilizada por el Papa Francisco para descansar, si así lo desea, la misma que en un tiempo fue ocupada por el obispo Samuel Ruiz García, comenta el sacerdote español, Román Fortuny, quien abre otra puerta para mostrar un pequeño estudio, con un escritorio y un librero, y donde se alcanza a ver el libro “los zapatistas”.
Todo está preparado para que el Papa no suba escaleras. Comenta que a él le tocara saludar al Papa y ante la pregunta de que si le va a pedir algo, afirma: “qué le puedo pedir, nada, su camino es el de todos, es el de la comunidad. Yo leí un libro que se llama el Gran Reformador, ahí narran como luchó en los antros para que la gente lo escuchara y orara con él”.
– ¿Donde está enterrado don Samuel Ruiz?
– Esta aquí en la catedral
– ¿Nos podría mostrar en donde?
– Vamos, dice.
El padre Román, a sus 85 años, camina lento, sus pasos son firmes y lo llevan atrás del altar de la catedral.
– Aquí esta
En ese sitio sobresale una placa que dice: “Edificar y plantar el reino de justicia de amor y de paz”, una frase hecha por el obispo Samuel, señala el cura. La placa contiene también la fecha de su nacimiento, el 3 de noviembre de 1924, y el fallecimiento el 24 de enero del 2011, y una fecha que establece el tiempo que duro como obispo, de 1960 y 2000.
El recorrido que lleva el sacerdote nacido en Cataluña, España, es por la catedral, es el mismo que caminará el Papa, por el pasadizo que une a la catedral con la Curia y que fue remodelado para que sea usado por el representante del Vaticano y evite tomar el camino más largo que es por los jardines.
Catequistas, sacerdotes jubilados y trabajadores se movían por todos los lugares de la catedral, con el único objetivo de tener listos los lugares por donde pasará el Papa Francisco. En la cocina donde se preparan los alimentos que consumirán los ocho indígenas, las mujeres que se encuentran ahí tienen el sitio limpio y ordenado.
Afuera de la catedral, la gente católica muestra su devoción por la visita del Papa, el taxista Alfredo Astudillo expresa que llevará a su familia a ver al máximo representante de la Iglesia Católica, “aunque sea de lejecitos”, pues dice que no alcanzó a tener boletos y que nunca le pidieron dinero para pagar esta visita.
“Como cada domingo dimos la misma cantidad que destinamos para la limosna y nunca el sacerdote nos pidió algo extra”. Destaca que es el primer Papa que viene a San Cristóbal y que se reunirá con los indígenas, “van a pasar años para que venga otro”.
En algunos comercios se empiezan a vender toallas, manteles, postales y playeras con la leyenda de la visita del Papa Francisco y una fotografía del mismo.
Para el comerciante Carmelo López, las ventas aun no alcanzan su máximo, se espera que este sábado y domingo antes de llegar aquí, ya se haya vendido la mayoría de los artículos.
Los niños indígenas que recorren las calles de San Cristóbal, siguen vendiendo las mismas cosas alusivas a los zapatistas, collares de semillas o de bambu, pedazos de ambar y ropa que ofrecen a los visitantes del lugar.
A los hoteles arriban taxis procedentes del Aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez, de ellos se bajan extranjeros o mexicanos procedentes de otros estados, todos con su cámara fotográfica en la mano.
La marimba toca en el kiosco del parque la canción Las Chiapanecas, el rítmico sonido provoca que una pareja se ponga a bailar, los policías municipales con sus escudos forman una fila, la gente camina bien abrigada ante el fuerte frio, todos se mezclan y están a la espera de que llegue el Papa, el próximo lunes. (Notimex)