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AMLO, Sheinbaum y el diluvio

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TRANSPARENCIA

POLÍTICA

Erwin Macario

 

AMLO, Sheinbaum y el diluvio

 

La furia, rapidez y desesperada ambición de trascendencia que Andrés Manuel López Obrador ha puesto en la reforma judicial, no es únicamente el paso definitivo para la autocracia en México sino una capucha para su fracaso.

 

Pero, según se ve, AMLO no se montará en la historia con la conocida egocéntrica afirmación “después de mí, el diluvio”, de Luis XV —que la marquesa de Pompadour remarcó “después de nosotros el diluvio”—, sino con las palabras que William Shakespeare pone en labios de Ricardo II: ¡Que la gloria de mi trono se desvanezca hasta ser solo un recuerdo!

 

Ninguna gloria sino fracaso tras fracaso manchará el paso del actual presidente de la República que no supo mantener la congruencia de su lucha por el poder, actuando contra los intereses de México. Lo que hizo será una mácula en la historia y no sólo un recuerdo.

 

Ahí quedan, improntas vergonzosas, como prueba irrefutable de su fallido paso por la historia, una refinería que tendrá, además del alto costo de su creación, una carga permanente sobre la salud y economía de la región en que se construyó; un aeropuerto de carga —y tal vez de movimientos ilícitos— como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), con el que cobró una venganza que costó mucho más que si se hubiera terminado, ese sí internacional, el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), en Texcoco.

 

También correrá por las tierras del sureste, y principalmente la zona maya, otra de las ocurrencias del Rey Alucinado: el Tren Maya, que al igual que el AIFA y la refinería de Dos Bocas, Paraíso, Tabasco, tuvieron un sobreprecio de construcción que en gran parte llenó las bolsas del llamado Clan de los Hijos de AMLO—e hizo que “hasta se fueran de lado”, según expresión de uno de los socios de ellos mismos—, quienes metieron, y quieren seguir metiendo con Claudia Sheinbaum sus manos en negocios turbios del gobierno.

 

Andy y Bobby López Beltrán, presuntos fabricantes de chocolate merced a una falsa hacienda cacaotera heredada del abuelo materno, quien fue un modesto defensor de oficio en el Poder Judicial de Tabasco, serán la presencia viva de la corrupción y no sólo un recuerdo como le gustaría a AMLO, evocando al Ricardo II de Shakespeare.

 

¿Después de nosotros el diluvio?