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Evaristo, un político de reciclaje

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Testigo fiel
Por: Jesús Torres
Evaristo, un político de reciclaje

El tal Evaristo Hernández Cruz, acusado de corrupto por AMLO en el 2015, aunque purificado un año después al pintarse de guinda, mandó al carajo el movimiento del obradorato que lo cobijó durante casi una década y ha anunciado que buscará una vez más gobernar el municipio de Centro bajo las siglas de otro partido político.

Dos veces diputado local y una como alcalde del PRI en sus 37 años de militancia a la que renunció en el 2016 para irse a Morena, Hernández Cruz deja el vinotinto, partido con el que fue presidente municipal por segunda vez (2018-2021) sin un legado que resista una evaluación seria.

Lo suyo no es la ideología, ni la consistencia, ni mucho menos la lealtad, sino la obstinación por el poder.

Y ahora que Morena no lo contempla, que ya no lo necesita y que incluso lo considera un lastre, el exalcalde se lanza a buscar cobijo en cualquier sigla que le abra la puerta, como ya lo hicieron el PRD y PVEM.

Una apuesta tan desesperada en su sueño guajiro de querer ser alcalde en el 2027 y después gobernador en el 2030.

Curtido en las viejas prácticas de la política, Evaristo Hernández es de los que cree que los partidos son simples vehículos para sus ambiciones personales y que el electorado tiene memoria corta.

Esa que supone que basta con aparecer cada tres años, abrazar a personas en colonias populares, prometer lo mismo de siempre y fingir que en los periodos anteriores no se dejaron obras inconclusas, deudas o polémicas.

Evaristo Hernández Lo que busca no es “servir a la gente”, sino volver al presupuesto, al poder, a la foto, a estar donde siempre ha querido, arriba, rodeado de leales, repartiendo posiciones y negociando favores.

Su incursión en un nuevo partido confirmaría lo que todo mundo sabe, que no representa un proyecto, sino una ambición personal envuelta en el color que convenga.

Hoy, con el tablero político moviéndose y nuevas figuras emergiendo, su intento por presentarse con otra cara luce más como un acto de resistencia que como una propuesta seria.

Cambiar de partido no lo es todo, solo revela su desesperación por no quedar fuera. Y si algo ha quedado claro en Tabasco es que el tiempo de los políticos reciclados se está acabando.