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Acarreos, una praxis de AMLO

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Testigo fiel
Por: Jesús Torres
Acarreos, una praxis de AMLO

Nadie en su sano juicio cree a estas alturas que la de López Obrador será una marcha del pueblo y a la que sus seguidores acudirán por su propio pie. Nada más falso.

Desde que estaba en Tabasco, el originario de Macuspana ya echaba mano del acarreo para llenar plazas, realizar protestas o cerrar pozos petroleros.

Vamos, fue una praxis a lo largo de más de dos décadas que le funcionó y que posteriormente estiló en su intento de llegar a la presidencia de la república. No es nada nuevo.

Lo mismo lo hacía para cerrar campaña en el zócalo de la Ciudad de México que para protestar por los resultados electorales en su contra.

Así fue como cerró la avenida Reforma y también se proclamó presidente legítimo cuando perdió las elecciones en el 2006 ante el ex presidente, Felipe Calderón Hinojosa.

Desde que estuvo en el PRD y luego en Morena, AMLO se valió de aportaciones, moches y diezmos provenientes de recursos públicos para movilizar a militantes y simpatizantes y esta vez no será la excepción.

Prueba de ello fueron las pacas de dinero que recibieron en sobres amarillos sus hermanos, Pio y Martinazo, y ya desde antes a través del ‘Señor de las Ligas’, René Bejarano quien fue pillado empacando fajos de billetes en su maleta.

Parte del dinero que utilizaba el tabasqueño mediante ‘aportaciones’ que él mismo ha reconocido, le han merecido incluso el mote del ‘Rey del Cash’ como tituló en su libro la periodista, Elena Chávez.

Ahí se da cuenta cómo los operadores de López Obrador consiguieron durante mucho tiempo miles de millones de pesos y de paso se sirvieron con la cuchara grande.

La diferencia es que en esta ocasión, con todo el aparato de Estado, el uso indiscriminado de recursos públicos provenientes de los gobiernos morenistas y del Ejecutivo federal, el inquilino de Palacio Nacional encabezará una marcha que a todas luces pretende contrarrestar la defensa que cientos de miles de ciudadanos realizaron el pasado 13 de noviembre a favor del INE. Aunque en sus mañaneras diga lo contrario.

Lo que se verá el próximo domingo 27 de noviembre será a un López Obrador despojado de su investidura para asumir el papel de dirigente partidista callejero que marcha con sus huestes y toma plazas públicas igual que en el pasado, como si sólo representara a una facción de mexicanos que en abierto fanatismo le aplauden y rinden pleitesía.