Testigo fiel
Por: Jesús Torres
Más de lo mismo, a mitad del camino
Como ha ocurrido en ediciones anteriores, el llamado AmloFest no dejó de ser un teatro montado por Andrés Manuel López Obrador para dibujar un México que sólo existe en el discurso pero que dista mucho de la realidad.
El acarreo de militantes y simpatizantes, a quienes les dieron su torta y refresco, como tanto se criticó al PRI, fue parte del show que ya se tenía montado en el zócalo de la Ciudad de México.
Desde ahí, hasta con aplausos simulados, López Obrador no le dio ningún viraje a su discurso político, el que acostumbradamente a utilizado en los últimos 20 años, por lo menos.
Como lo ha hecho en sus 740 mañaneras, desde que inició su gobierno, culpó una vez más a administraciones anteriores de haberle heredado todos los males que tiene México en salud, seguridad, educación, corrupción y economía, por citar los más importantes.
Incluso hasta la pandemia ha sido la responsable que se hayan truncado los proyectos de la llamada Cuarta Transformación.
Una cruda realidad por la que atraviesan millones de mexicanos, pero que en el imaginario del inquilino de Palacio Nacional, se ha ido superando en estos tres años.
Aunque los indicadores, en todos los aspectos de la vida de este país, afirmen lo contrario.
Con AMLO, mentir ha sido una constante, como lo ha hecho en 66 mil 868 afirmaciones no verdaderas durante mil 097 días de gobierno, y lo dicho en el zócalo capitalino no fue la excepción.
En su discurso que duró 76 minutos, de acuerdo con el director general de SPIN, Taller de Comunicación Política, Luis Estrada, el originario de Macuspana dijo 190 afirmaciones falsas, engañosas o promesas, igual a las que ha venido repitiendo en sus mañaneras.
Un México que sólo existe en el discurso pero que contrasta con el día a día de un pueblo que todavía no ve resultados tangibles en lo más urgente y en el corto plazo.
Según Luis Estrada si realmente AMLO fuera o tuviera la popularidad que presume no tendría que estar repitiendo el discurso de siempre, valerse del acarreo de gente y decir que quienes fueron a verlo fue por voluntad propia.
Pero sobre todo, querer vender un país que ya nadie se lo cree.
