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Barcelona se queda con la Copa de la Champions League Femenil

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Los nervios forman parte de toda primera vez. Es un momento muy pensado y soñado, pero hasta que una no entra en faena no sabe cómo va actuar. Lo mejor para templar gaitas es entrar con buen pie. Y eso fue lo que hizo el Barcelona en la finalísima. Primera jugada de ataque, primer gol. 34 segundos habían pasado cuando Leupolz, en un intento de despeje, introdujo el balón en su propia portería. La jugada, no crean que todo es cuestión de azar, venía precedida de un balón de Martens al travesaño.

El Chelsea intentó reaccionar, y tuvo una clara con un mano a mano de Harder ante Paños que resolvió la meta alicantina, pero el Barcelona está a otro nivel. Quería ser la reina del baile y estaba dispuesta a lucir sus mejores galas. Uno de esos culebreos típicos de Hansen por el carril diestro acabó en asistencia para Jenni, que fue trabada dentro del área. Lo vio la árbitra y la ratificó el VAR. Sí, al fin videoarbitraje en la Champions femenina. Alexia asumió responsabilidades y no le tembló su zurda de oro para poner el balón en la jaula.

Jugando de memoria

Sin público que marcase los tiempos, las jugadoras tuvieron que escuchar a su corazón para marcar los tiempos. Y en esta circunstancia, el compás del Barcelona fue mucho más rítmico que el de su rival. Las de Cortés pusieron en escena una partitura tantas veces repetidas este curso: jugada de Martens por el carril zurdo, centro para que Jenni la pusiera atrás y ahí Alexia se inventó un pase filtrado entre líneas que Bonmatí resolvió a la perfección con un disparo por bajo.

La neerlandesa, tan discutida siempre, demostró que puede ser una jugadora diferencial. Con confianza es capaz de hacer cosas que pocas homólogas se atreven ni siquiera a intentar. Hizo de su banda una autopista sin peaje y se coló hasta línea de fondo para asistir a una Hansen que se anticipó a su marca para anotar el cuarto. Imposible no acordarse de lo ocurrido hace dos años atrás en Budapest, pero qué manera de sacarse la espina.

Parar y disfrutar

En la segunda parte se bajó el ritmo, fruto de la tranquilidad y el resultado. El Barcelona dejó que el Chelsea tuviera el balón, pero las inglesas estaban perdidas jugando a un juego antónimo a su estilo de juego. Las azulgrana parecían disfrutar de cómo el reloj de arena se consumía lentamente. Miraban al balón con deseo y lo tocaban con suavidad.

Cortés tuvo tiempo para el sentimentalismo, para dar entradas a jugadoras que bien podría haber alineado de inicio y que por méritos merecían participar en la fiestaOutsiders como Mariona, futbolista que ha participado en todos los partidos de esta temporada; Vicky, la capitana de brazalete; Oshoala, una artista que suma goles y buen rollo; Melanie, la jugadora que más temporadas (17) lleva en el Barcelona y que ha defendido su camiseta tanto en el infierno de la Segunda división; y Crnogorcevic, el comodín perfecto que todo entrenador querría tener en su equipo.

De la tranquilidad al estallido

La tensión del inicio se fue transformando en paz. En el terreno de juego, donde las azulgrana jugaron a placer y no cesaron en buscar el quinto -que llegó con la firma de Asisat, aunque la asistente lo anuló por fuera de juego-; en el banquillo, donde incluso hubo tiempo para las bromas y las risas entre las suplentes (¡qué importante es sentirse partícipe del éxito sin haber pisado el verde!); y en la grada, donde la expedición azulgrana, a falta de aficionados, vivió el partido con la bufanda puesta jaleando a las suyas como si estuvieran en el Johan.

El pitido final fue el clímax, el estallido de felicidad. ¡Campeonas de Europa! Sin duda, un momento que las protagonistas no olvidarán jamás… (Marca).