Nunca antes un Papa había sido recibido en el Palacio Nacional de México, pero hoy Francisco no sólo recibió una calurosa bienvenida en ese recinto, sino que conquistó el afecto de políticos y líderes sociales por igual.
El grito de “¡Viva el Papa!” se escuchó más de una vez cuando Jorge Mario Bergoglio ingresó al Patio Central de la sede del gobierno federal, acompañado por el presidente de México, Enrique Peña Nieto.
Un aplauso cerrado, generalizado y sostenido, bajó desde lo más alto de las gradas instaladas en un segundo nivel del patio. Tres minutos seguidos, en un gesto de bienvenida que no se aplacaba.
Quienes no se sumaron a los aplausos fue para poder inmortalizar el acontecimiento con sus celulares, aunque poco antes los encargados del protocolo pidieron explícitamente evitarlo.
A Francisco se lo notó de buen humor a lo largo de prácticamente toda la visita. En varios momentos intercambió chistes y comentarios de circunstancia con el presidente Peña y su esposa, Angélica Rivera.
Fueron ellos los responsables de recibir al obispo de Roma en la puerta externa del Patio de Honor del Palacio Nacional. Hasta allí llegó el papamóvil en torno a las 09:30 horas locales, tras un recorrido por las calles de la Ciudad de México, procedente de la nunciatura apostólica.
Antes de la llegada del Papa, se observó a los integrantes del gabinete mexicano convivir y dialogar con la comitiva papal, como el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, y la secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruíz Massieu, quienes conversaron por unos minutos con el “número dos” del Vaticano, el secretario de Estado, Pietro Parolin.
Todo esto antes de la llegada de Francisco; una vez en el Palacio nacional se escucharon la ejecución de los himnos de México y El Vaticano, el saludo a las banderas y la presentación de las delegaciones.
Tras estos momentos el Papa y el presidente se dirigieron al tercer piso, donde sostuvieron un coloquio privado.
Mientras la conversación privada tenía lugar, en una sala contigua se reunieron las dos delegaciones.
Al término se pasó a las fotografías oficiales y a la presentación de la familia del mandatario. Inmediatamente después tuvo lugar un intercambio de regalos en el Salón de los Acuerdos.
Peña Nieto entregó a Francisco una artesanía típica del Estado de México, un árbol de la vida realizado por artesanos locales y recibió en cambio un mosaico con la imagen de la Virgen de Guadalupe, obra de artistas vaticanos.
Entonces caminaron en dirección del Patio Central, donde ya los esperaban autoridades, cardenales y obispos (sentados en primera fila), miembros de la sociedad civil y del cuerpo diplomático, además de invitados especiales.
En el recinto el ambiente no era acartonado y, por eso, salieron espontáneos varios “¡Viva el Papa!” entre los presentes, cuando desde la escalera principal, el líder católico se hizo presente en el lugar.
Y un sonoro aplauso se oyó cuando, al tomar la palabra para su mensaje oficial, el presidente afirmó: “Santo padre, México lo ama”.
En dos ocasiones a lo largo de su discurso, el presidente Peña Nieto citó frases del programa exclusivo de Notimex con el Papa previo a su llegada al país.
Destacó las palabras de Francisco en esa entrevista, cuando pidió diálogo entre los dirigentes, de los dirigentes con el pueblo y entre todo el pueblo.
Más adelante volvió a citar al pontífice y su pedido de “una fe que salga a la calle”.
Al respecto, el mandatario señaló: “En las calles, en los estadios y plazas que visitará, se encontrará con un pueblo generoso y hospitalario; con un pueblo orgullosamente guadalupano. Éste es el México que lo recibe con el corazón y los brazos abiertos”.
“Somos una comunidad que valora la familia; una sociedad solidaria; y una Nación forjada en la cultura del esfuerzo. Su Santidad: sea bienvenido a esta tierra. México lo abraza con cariño”, agregó.
Una vez concluidos los discursos, Francisco volvió a hacer gala de su buen humor. Bajó entre los invitados y saludó a muchos de mano. Recibió cartas y mensajes, escuchó los comentarios de gobernadores y personalidades, para todos tuvo una sonrisa.
Incluso llegó a bendecir una pequeña imagen de la Virgen que le acercó una señora.
Al terminar, el presidente y su esposa volvieron a acompañarlo hasta la puerta principal, pero antes los tres se detuvieron ante un escritorio pequeño de madera con dos fotos, que ambos firmaron.
Antes de subir al papamóvil, Bergoglio se enfundó un saco blanco y mientras lo hacía cruzó las últimas palabras con el presidente, de quien se despidió para dirigirse hacia la Catedral de la Ciudad de México. (Notimex)