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La complicada alianza rumbo al 2027

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Testigo fiel
Por: Jesús Torres
La complicada alianza rumbo al 2027

A dos años de las elecciones intermedias de 2027, la oposición enfrenta un desafío decisivo: construir una estrategia que le permita arrebatar a Morena y a sus aliados la mayoría en la Cámara de Diputados.

No se trata únicamente de sumar partidos, sino de articular una oferta política creíble, cohesionada y territorialmente competitiva en un entorno donde el oficialismo continúa dominando buena parte del mapa electoral.

En la elección de 2024, Morena y sus aliados lograron posicionarse en un número significativo de distritos urbanos y rurales, algo que dificulta que los partidos opositores compitan por separado sin fragmentar el voto.

De ahí que el primer factor para una alianza rumbo a 2027 sea eminentemente matemático: si PAN, PRI y MC compiten divididos, es prácticamente imposible reducir la ventaja legislativa de Morena.

Ahora que si van juntos, al menos en los distritos más cerrados, pueden transformar un bloque dividido en un contrapeso real.

En esta ruta, de todos los actores, MC es el que más incertidumbre genera. Su presencia nacional creció, especialmente entre votantes jóvenes y urbanos. Sin embargo, su narrativa de “nueva política” y su distancia histórica del PRI y del PAN complican una alianza.

Vamos, sin el partido naranja la alianza opositora podría ser competitiva en algunos distritos, pero con el partido fundado por Dante Delgado podría convertirse en un bloque legislativo con posibilidades reales de quitar la mayoría a Morena.

Hacia el interior de los partidos de oposición la tarea también debe centrarse en ceder espacios sin fracturar estructuras, construir candidaturas competitivas, no solo cuotas y evitar que las pugnas en los estados dinamiten los acuerdos nacionales.

Si alguno de estos puntos falla, la alianza podría quedarse en el discurso.

Además, la oposición no puede presentarse únicamente como “anti-Morena”. Para funcionar electoralmente necesitan una narrativa creíble, movilizadora y capaz de conectar con problemas reales como la seguridad, la economía familiar, salud, corrupción y servicios.

Para dejarlo más claro, si la oposición llega a 2027 sin una historia convincente de cambio, la alianza puede existir en papel, pero no en votos.

Ante cualquier intención del oficialismo de impulsar cambios en el reparto de plurinominales, requisitos de coalición, criterios de fiscalización e incluso tiempos electorales de aquí al 2027 los partidos de oposición necesitan obligadamente anticipar escenarios.

De ello dependerá que una eventual alianza no sea declarada inelegible o se vea limitada en su operación territorial.

Ante el desgaste natural del gobierno de la 4T en todos los temas de la vida pública, la oposición solo capitalizará el descontento si logra convertirse en una alternativa, no un simple contenedor del voto de castigo.

Así las cosas, el reto rumbo al 2027 resulta monumental pero no imposible, máxime si los partidos de oposición logran una unidad estratégica, disciplina territorial, una narrativa clara y una agenda común que supere las diferencias.

Una alianza no solo depende de la necesidad de frenar a Morena sino de la capacidad de la oposición para reconstruirse y ofrecer un proyecto convincente. El tiempo para decidir no es 2027, es ahora.